Estudios científicos difundidos en los últimos años confirman la tendencia a la obesidad de niños que tuvieron bajo peso al nacer.
Hasta hace algunos años cuando se detectaba un retraso en el crecimiento del recién nacido, provocado en el útero por diversas condiciones adversas, los médicos solían indicar una buena alimentación para que la criatura engorde.
Hoy se sabe que el bajo peso no es bueno, pero la sobrealimentación tampoco cambia el panorama, explicó la doctora Ingrid Waisman de Neoclínica.
Para evitar las probabilidades de la obesidad infantil, se recomienda evitar el aumento excesivo de peso en el primer año de vida. La lactancia materna es un factor protector de la obesidad.
Cuando los niños consumen alimentos sólidos, la responsabilidad de los padres cobra importancia: el llanto del niño no es indicador de hambre, hay que respetar los horarios de alimentación y el tamaño de las porciones, remarcó la doctora Waisman.
Y en los niños más grandes, evitar el sedentarismo es un factor primordial.