A través de le neurorehabilitación, descubrió una gran pasión y talento para la pintura. Pronto empezará a dar clases para adultos en la UNC.
Edgardo Rubio tenía 46 años cuando sufrió un accidente cerebrovascular (ACV) que cambió completamente su vida. Hasta entonces trabajaba como ingeniero en la realización de obras viales para el gobierno de la ciudad de Córdoba y era el principal sostén de su familia. Pero el ACV, ocasionado por una aneurisma, le ocasionó serias consecuencias motoras y comunicativas. Su cuerpo fue comprometido con una hemiplejia derecha y su habla se vio severamente afectada, razón por cual empezó a depender de su esposa y de sus hijos para todo.
“Sentí que mi historia se caía a pedazos”, dice Edgardo todavía con un dejo de amargura, y aclara: “mi familia se desintegró y no pude volver a hacer mi trabajo”.
Sin embargo, algo esencial de su personalidad no se había paralizado y su espíritu de lucha seguía latiendo al compás de su corazón.
Así, empezó un largo proceso de recuperación bajo el acompañamiento del equipo multidisciplinario del Instituto de Neurociencias y Neurorehabilitación de Córdoba, que dirige Gabriela Triunfetti, neurofonodióloga, especialista en neuropsicología, neurorehabilitación y desviaciones neurológicas adultas e infantiles.
“Durante los primeros tres años, Edgardo hacía la rehabilitación pero no lograba activarse. Era una persona totalmente apática y abúlica, estaba deprimido y su falta de comunicación le dificultaba mucho salir adelante. Pero pronto tomó conciencia sobre su dificultad y en la medida en que aceptó su situación fue capaz de cambiar para obtener cada vez más logros”, afirma Triunfetti.
Así, logró primero recuperar la marcha (caminar) y de a poco el habla. “Aunque todavía se expresa con dificultad, logra dialogar y conserva los procesos de lectura y escritura. La posibilidad de comunicarse fue fundamental para su reinserción social y también para su recuperación psicológica”, explica Triunfetti.
Hoy Edgardo vive con completa autonomía, tiene deseos, nuevos amigos y lo que es más importante cuenta con el apoyo y la contención de sus hijos. “Nunca me faltó su amor”, expresa agradecido y cuenta que al año pasado hizo una muestra con sus obras en el Instituto y sus hijos le ayudaron a montarla.
Triunfetti asegura que en la Institución trabajan con muchos casos como el de Edgardo, pero “no es común ver que logren recuperar su vida social y menos aún que logren reinsertarse laboralmente”. La historia de Edgardo es excepcional.
La pintura lo salvó
Haciendo diversas tareas con el equipo de neurorehabilitación, Edgardo descubrió su interés por la pintura y pronto se dijo “¡manos a la obra!”. Y aunque es diestro y ha perdido completamente la función motora en su mano hábil, nada fue un impedimento para que empezara a “expresar sus emociones a través del arte”.
“Jamás en mi vida había tomado un lápiz. Todavía no puedo creer todo lo que estoy logrando”, dice emocionado.
Y no es para menos, ya que la pintura le dará la posibilidad de empezar a dar clases para adultos en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba, y luego la institución evaluará la posibilidad de incorporar a Edgardo en el sistema. “La pintura me cambió la vida”, asegura Edgardo.